viernes, 2 de marzo de 2012

No te conozco, pero te quiero.

Despertó y un día más miró al otro lado de la cama, esperanzada de encontrar entre sus sábanas a la persona amada, a esa persona con la cual llevaba soñando algo más de año y medio, pero una vez más y como de costumbre, no estaba allí y derrotada una nueva mañana se levantó, se dirigió a la cocina, puso la cafetera y encendió la radio justo cuando sonaba la canción que le recordaba a esa persona que esperaba encontrar entre sus sabanas. Todo apuntaba a que no iba a ser un buen día, mientras se duchaba se le quemó el café. Tras vestirse y tomar un par de tragos de ese café quemado, la princesa derrotada salió a enfrentarse a su rutina. Dicha rutina se rompió con solo una mirada, una mirada que dejó sin aliento a la princesa, que la hizo sonreír, sentirse viva, sentir que ahora si, tenía sentido levantarse por la mañana...
Pero en el fondo sabía que una mirada no era suficiente, necesitaba algo más, una señal, un acercamiento, algo con lo cual ella pudiera saber que esa persona sabía de su existencia... Finalmente esa noche acabó recetándose insomnio para no soñar.

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